.

.

lunes, 7 de octubre de 2013

Fuiste un búnker. Mi búnker.

Desde hace unos meses no soy sin ti, y lo sabes. Nunca te pedí que te quedaras para siempre pero si que no te fueses tan rápido. Odio escribirte porque eso significa que aún no te has ido de aquí, y lo admito, sigues presente y me jode, que mientras tú estás bien yo no haya día que no me levante pensando en todo aquello que quisimos ser y no se pudo, por ti. Que no pueda ni escuchar la primera frase de la que fue nuestra canción, la que me escribías casi todos los días y de la que ahora huyo.
Parece que va todo bien pero no, de repente vuelves, y no hay quien te saque de la puta cabeza chaval, de aquellas llamadas a las tantas como unos tontos, a distancia. Porque es lo que más echo de menos, tu voz y esa risa, tu risa riéndote de mí seguida de un 'que payasa eres'. No sabes lo fácil que fue evadirme de todo contigo, eras un jodido búnker contra lo de fuera y que bien protegías chico. Me acostumbré tanto a ti que mírame, sigo esperando a que vuelvas y me digas que sigo siendo tuya, que no me quieres para nadie más y que aún no sabes por qué.
De tantas jodidas promesas con las que me quedé yo, con tantas cosas que decirte, que darte...
Y hoy lo único que intento meterme en la cabeza es que no volverás. Que de ilusiones se muere, no se vive.
Pero sigo echándote de menos.

No hay comentarios:

Publicar un comentario