He llegado a reconocerlo por su voz, de espaldas, solo por los andares y sin verle y eso me hace pensar que son muchos años a su lado. Que son muchas sonrisas tatuadas con su nombre, impregnadas con su olor. Que son muchas calles aprendidas debido a su presencia en ellas, muchas canciones que odiar por sus recuerdos, esos que se aferran a cada verso y estribillo que se repite en tu cabeza cuando menos aguantas, cuando estás sentada en el principio de un duro invierno oyendo como miles de gotas se precipitan esperando llegar a algo mejor, teniendo al fin un frío suelo con el que chocar.
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