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sábado, 1 de marzo de 2014

Una flor congelada, un invierno en primavera.

Aspiró el dolor y se le volvió todo negro.
Su vida se convirtió en un lunes mañanero y en un domingo por las noches.
Se juntaron esas ganas de salir de ahí con esas pocas fuerzas para intentarlo.
¿Qué sería de ella si hasta en primavera vivía un duro invierno?

Ay, aquel amor.

Admitió que le echaba de menos y de repente, cayó,
Sonreía y ya no era la misma,
te asomabas y veías el día gris,
como aquel invierno en Madrid,
como París lloviendo,
como Barcelona muriendo,
como el muro de Berlin en pleno proceso de destrucción.
Aquel amor, ay aquel amor lo que le hizo.

Tú feliz con ella y yo sin ti.

Te escribí por desastre,
por no haber sabido guardarte aquí dentro.
Supongo que ella te dio lo que buscabas y no encontraste en mí,
pero te prometo que mis ganas ganaban,
que mataba por verte reír a diario,
conmigo o de mí, 
pero feliz.
Lo único que he obtenido es que te rías, pero con ella,
y me mata que duela, sin embargo, lo hace y con fuerza.
Taladra como aquel sonido chirriante en pleno oído,
como aquel grito de ayuda en el pecho que no lograba salir de aquí.

Yo buscándote y las calles vacías.

Empezamos demasiado pronto, con demasiadas prisas
y eso nos jugó una mala pasada.
Aquella forma de querer era un arma de doble filo
y acabó o digamos, acabé, de la peor manera posible
andando por las calles buscando algo que sabía que no encontraría,
otra boca que me dijese que me quería comer,
otras manos con ganas de sentir mi piel,
otra persona que al igual que tú, me hiciese curvar aquello tan bonito que poseía,
pero.